miércoles, 16 de agosto de 2017

CRIMEN DE ESTADO EN GUATEMALA



Ilka Oliva Corado[*]

Mucho agua ha corrido desde el 8 de marzo, día del incendio en el Hogar Seguro “Virgen de la Asunción”, en Guatemala. Con ello también una desinformación abrumante, medios que buscan captar la atención de los lectores con los titulares más escalofriantes y notas con tintes amarillistas que menosprecian la vida y la dignidad de las víctimas y sus familias. Ni hablar de ética y humanismo. “Estaban ahí por delinquir” mencionan unos; otro subraya que “aquello era un retrato de familias disfuncionales”, refiriéndose a los padres de familia que al enterarse del incendio llegaron como pudieron al refugio. Artículos, reportajes y relatos detallados desde el punto de vista clasista, del que más tiene, del acomodado.

El Hogar Seguro no es un centro correccional de menores, es un refugio del gobierno de Guatemala, que supuestamente brinda protección a niños, niñas y adolescentes que han sufrido violencia física, emocional y sexual. Situación de abandono y orfandad que los coloca en constante riesgo social. Está ubicado en San José Pinula, a las afueras de la capital guatemalteca. Muchos de los niños que han sido víctimas de explotación sexual, laboral y de adopciones irregulares van a dar ahí; un centro de tortura autorizado por el Estado.

Desde 2013 se han presentado denuncias ante la Fiscalía y Procuraduría de Derechos Humanos, por abusos sexuales que viven las niñas por bandas criminales conformadas por los mismos empleados y autoridades del Hogar Seguro. Las niñas eran víctimas de trata para explotación sexual. Sin embargo las denuncias no vieron la luz en los medios de comunicación, porque eran parias, solo parias. ¿Quién se interesaría por la vida de las parias si Guatemala pide la pena de muerte para ellas? Las quiere exterminar tal como sucedió con los pueblos indígenas. Eso explica en gran medida las consecuencias de esta tragedia que se pudo evitar.

De los primeros artículos que reactivaron las denuncias uno fue del 24 de octubre de 2016, de la periodista Carolina Vásquez Araya, titulado “Las niñas vestían pantalón de lona y sudadero gris”. La columnista comenta: “Si se echa una mirada a las dependencias estatales y a sus reducidas capacidades de gestión, se comprende mejor por qué los niños y niñas de este Hogar Seguro duermen hacinados en el suelo, se alimentan a medias y algunos escapan de esa situación degradante. Pero eso no explica la repentina desaparición de 31 niñas entre el 28 y 29 de septiembre, sumadas a las 99 registradas hasta ese momento”. Ella hace referencia a un artículo presentado por Diario La Hora, portal que ha seguido de cerca las denuncias de las niñas desde el año 2013.

En los días posteriores se supo que las 31 niñas habían huido. Las hicieron retornar al Hogar Seguro. Salió a la luz pública que sufrían abusos sexuales y todo tipo de vejaciones y por eso habían huido. Sin embargo no pasó a más, ni las autoridades, como la Secretaría de Bienestar Social, ni la sociedad optaron hacer algo por estas niñas. La sociedad las denigró de nuevo, revictimizándolas por su origen social. Las autoridades hicieron caso omiso: eran parias…

Pasaron los meses y la situación en el refugio siguió igual. la noche anterior al incendio del 8 de marzo, sesenta niños trataron de escapar por los barrancos y bosques cercanos, pero solo 19 lo lograron. El resto fue devuelto por la policía al refugio y los encerraron bajo llave. Las niñas en la mañana del 8 de marzo encendieron fuego a colchonetas buscando llamar la atención de las autoridades, pero éstas y los trabajadores del lugar hicieron caso omiso. Nunca abrieron las puertas. El fuego en cuestión de minutos devoró a las niñas que estaban adentro. En el lugar murieron 19 y más de 30 resultaron con quemaduras graves. En el transcurso de los días han muerto 24 niñas más en los hospitales. En investigaciones posteriores se supo que el personal del refugio puso candado a las puertas y ventanas. ¿Por qué hicieron esto si adentro estaban hacinadas 56 adolescentes que se estaban quemando?

Entre las sobrevivientes hay nueve niñas embarazadas. No llegaron embarazadas al Hogar Seguro. ¿Quién o quiénes las abusaron ahí? ¿Hay niñas embarazadas entre las fallecidas? ¿Por qué si existían denuncias de abuso sexual, físico y emocional no se inició una investigación exhaustiva y se clausuró el lugar? ¿Por qué la sociedad guatemalteca no reaccionó ante tales atrocidades?

Es un crimen de Estado, un crimen de la sociedad guatemalteca que solapa la inoperancia de un gobierno y de un sistema colapsado y corrupto. Y quedarán impunes los culpables, porque Guatemala es así: sociedad mediocre, clasista, racista y sin agallas.

Revista Punto Final Nº 871, marzo 2017.


[*] Escritora y periodista guatemalteca.

CULTURA NEOLIBERAL EN TODO SU ESPLENDOR


Ricardo Candia

¿Es el Sename un caso aislado y único, en el que mueren niños? Lo que se da a conocer con caracteres de escándalo, no es algo nuevo. Ni extraño. Ni adjudicable a un arranque de rabia de ciertos funcionarios, un error en la fiscalización, o la irrupción de una mafia clandestina. No.

Es el efecto necesario de una cultura que ha elevado a condición de paradigma moral la irrupción de la empresa privada, y la consideración de que el Estado es un demonio filocomunista que quiere tragarlo todo.

El fracaso histórico de la Concertación/Nueva Mayoría se demuestra en esos niños muertos. De los que se sabe. De cuántos han muerto fuera de esos centros, pero por idénticas razones, ¿se tiene idea?

De pronto, la frialdad de las estadísticas hace que los mismos hipócritas que de una u otra manera se han beneficiado de esos niños, se desangren en declaraciones como si se tratara de una visión recién estrenada. ¿Nadie sabía en este país que el Sename es un trocito del Estado que le corresponde a la Democracia Cristiana en el desposte del poder? ¿Nadie sabía de los miles de millones  que se cruzan para administrar esas miserias y que finalmente paran en bolsillos ajenos?

Algo parecido sucedió una vez que se terminó, por lo menos de manera formal, la dictadura. Por años los familiares de las víctimas del terrorismo desplegado por las fuerzas armadas en complicidad de connotados civiles, denunciaron a quien quiso oír la suerte de sus familiares.

Miles de muertos y desaparecidos. Centenares de miles de presos y torturados. Centros clandestinos de detención y exterminio. Instituciones que se suponen  compuesta por gentes de honor y valer dedicadas a lanzar personas al mar, a excavar en la tierra para esconder cadáveres, a torturar y asesinar, quemar, degollar, y que sin embargo guardaron cobarde silencio.

Siempre se negó la existencia de esas víctimas. No se quiso ver. No se quiso saber. Se negó. Se ocultó.

Lo mismo ha pasado con los niños del Sename.

Trenzas de funcionarios han debido administrar con un sentido inhumano esas cárceles de niños en pleno siglo XXI y en un país que hace gárgaras con la modernidad y el desarrollo. Y que han guardado criminal silencio. Esas casas no se administran solas. Esas muertes tuvieron por lo menos cómplices y testigos. ¿Dónde están?

Las desventuras de los niños que se suponen bajo el amparo del Estado han devenido, como casi todo, en un negocio de lo más lucrativo. Y para el efecto, han debido entender a esos niños como cosas, como subproductos inservibles cuya muerte no es sino una pérdida de stock, un subsidio menos.

Ese feudo que todo el mundo sabe pertenece a activistas de la Nueva Mayoría, debe ser intervenido para investigar el grado de responsabilidad del conglomerado en ese infanticidio. Partiendo por enjuiciar a los ministros que un desparpajo insolente acusan de irresponsables a quienes dicen que esos niños son víctimas de atropello a sus derechos humanos básicos, porque temen a los juicios que podrían exigir reparaciones al Estado.

Algo muy grave debió pasar en algún momento de la historia como para que un suceso así haya sido propiciado, mantenido y ocultado por un par de miles (de) personas, funcionarios, varios ministros y altos funcionarios del Estado.

Algo muy grave sucedió en personas que no mucho antes juraban dar la vida por la revolución social, o que invocaban al rebelde Jesucristo que expulsó a los mercaderes del templo y se acompañó de los más pobres y perseguidos. Y ahora explican la muerte de esos niños como un hecho fortuito o adjudicable a las irresponsables familias que dejan sus hijos a la deriva.

Sería interesante saber cuántos otros niños mueren por causas similares aunque no estén presos en esas prisiones. ¿Cuántos mueren por causas violentas en las poblaciones o cuántos que despuntan a la juventud lo hacen en las cárceles. ¿Cuántos intentando asaltar algún dispensador de dinero? ¿Cuántos están en el veneno de la droga? Aunque todos mueran por razones culturales.


Punto Final Nº 880, julio 2017.

“DEJEN QUE EL MOVIMIENTO MAPUCHE GOBIERNE SU PAÍS”



Ex jesuita responde a Beatriz Sánchez


La probable próxima presidenta de Chile, Beatriz Sánchez, dijo en Temuco, respecto a las forestales en Wallmapu: “… desarrollo donde exista un diálogo con la comunidad que está alrededor, con la protección al medioambiente y con otros tipos de reglas laborales. Un nuevo modelo productivo es una forma distinta de entender el crecimiento. Ahí estaría el alto que le pondríamos a las forestales, no en el sentido de sacarlas a todas”.

¡Qué desilusión!
Si se me permite una opinión:

Señora Beatriz, en la Cordillera de Nahuelbuta hay aproximadamente cien mil hectáreas en manos de Forestal Mininco (Grupo Matte) y Arauco (Grupo Angelini), que son territorio usurpado al pueblo mapuche y que le dictadura le regaló a estos dos grupos económicos, que cometieron el grave delito de destruir el bosque nativo para sustituirlo por pino y eucalipto, afectando gravemente a uno de los ecosistemas de mayor biodiversidad en el mundo, y que es patrimonio de la nación mapuche.

Para llegar las forestales no “dialogaron con la comunidad que está alrededor”. Se hizo con la bota militar, y las comunidades quedaron sitiadas, afectándose no sólo material sino espiritualmente.

Actualmente hay aproximadamente 1.800 efectivos policiales, armados hasta los dientes, ejerciendo medidas de protección en este conflicto, y por ahí va a tener que empezar, señora. Hay una nueva zona policial, con una cadena de mando y escalafones, con pertrechos militares ad hoc para mantener este conflicto varios años más. Por ahí va a tener que empezar antes de hablar de diálogo, va a tener que hablar de desmilitarización, y cómo lo va a hacer para desmilitarizar, porque tendría que buscarle pega a esos 1.800 pacos, y ver qué hacer con los juguetitos de guerra, que son harto caros.

Señora Beatriz, acá va a tener que ser más radical. No se trata de un “crecimiento distinto”. Acá va a tener que mojarse, el conflicto por aquí no está para amarillismos, en el plano forestal en Wallmapu hay que echar marcha atrás, hay que “decrecer” (ay ¡horror! Eso no está en los planes de ninguna Izquierda). Sí señora, hay que decrecer, decrecer para recuperar la biodiversidad. Los colihuales, los huallentales de la Cordillera de Nahuelbuta hay que recuperarlos, los ngen, señora, los ngen no le van a dar rentabilidad, le van a dar espiritualidad, y eso por donde le busque no va a ser rentable. Son cien mil hectáreas que va a tener que sacar de los cálculos de productividad, aunque no le guste.

Esas cien mil hectáreas no son necesarias para “crear trabajo”. Las faenas de las forestales son mecanizadas y el 75% de la plata se va del territorio. A medida que aumenta la productividad forestal, disminuyen los puestos de trabajo. El movimiento mapuche ha avanzado en control territorial, en faenas forestales autónomas donde el bosque dura cien veces más que lo que le dura a la forestal, y la plata queda dentro, y difícilmente va a venir la Izquierda a enseñarle al movimiento mapuche un modelo productivo.

Si de verdad cree en la plurinacionalidad, no es necesario que traiga un proyecto económico. Llévese el ejército de ocupación no más, y deje hacer. Si ustedes en el Frente Amplio se creen con capacidad para gobernar su país, dejen que el movimiento mapuche gobierne el suyo.


Luis García-Huidobro



Punto Final Nº 875, mayo de 2017.