jueves, 25 de agosto de 2016

ROQUE DALTON




Este es un escritor que me gusta desde que lo conocí.

Los Illapu grabaron un poema suyo. Lo musicalizaron. Aparece en el disco DE LIBERTAD Y AMOR (1984). Lo titularon “No pronuncies mi nombre” (pista 8).

Pero, se llama ALTA HORA DE LA NOCHE. Yo conocí ese poema a principio de los 80, por una “amistad” de ese tiempo. Se trata de un actor que trabajaba con Juan Radrigán (no recuerdo su nombre). La Compañía de Radrigán hizo una breve temporada en Concepción. Él andaba con una cassette que se llama POESÍA TRUNCA (1978), una selección o compilación de Julio Cortazar que incluye a varios escritores americanos que fallecieron jóvenes. Allí lo lee el mismísimo Cortazar.

En ese disco (Poesía Trunca) hay textos de: Che Guevara, Otto René Castillo, Roque Dalton, Raúl Gómez García, Ibero Gutierrez, Javier Heraud, Rony Lescouflair, Carlos Marighella, Ricardo Morales, Roberto Obregón, Frank País, Leonel Rugama, Edgardo Tello, Francisco Urondo y Jacques Viau.

Las recitaciones son de: Nicolás Guillén, Manuel Galich, Julio Cortazar, Roberto Fernández Retamar, Mario Benedetti, Alejandro Romualdo, René Depestre, Thiago de Mello, Gabriel García Márquez, Ernesto Cardenal, Alfredo Gravina y Juan Gelman.

A la mayoría, no los conozco. Espero que lo disfruten y busquen más de él… y de los otros.

El poema que comparto se encuentra al final de una entrevista que le hiciera Mario Benedetti en 1969.


XVI. POEMA

Las leyes son para que las cumplan
los pobres.
Las leyes son hechas por los ricos
para poner un poco de orden a la explotación
Los pobres son los únicos cumplidores de ley
de la historia.
Cuando los pobres hagan las leyes
ya no habrá ricos.


ROQUE DALTON
(El Salvador, 1935-1975)


Nació en San Salvador, estudió Derecho y Antropología en su país, en Chile y en México. Por su  militancia  política  de  izquierdas  fue  perseguido,  encarcelado  e  incluso  condenado  a muerte.  La  sentencia  no  llegó  a  cumplirse  y  se  exilió  en  Guatemala,  México, Checoslovaquia y Cuba. Regresó clandestinamente a El Salvador como miembro del E.R.P y murió  asesinado  por  camaradas  ultraizquierdistas  de  ese movimiento.  Obtuvo  el  premio Casa de las Américas en 1969.



¡Ah! Bueno… Creo que deja gusto a poco. Por eso, agrego éste…

COMO TÚ

Yo como tú
amo el amor,
la vida,
el dulce encanto de las cosas
el paisaje celeste de los días de enero.

También mi sangre bulle
y río por los ojos
que han conocido el brote de las lágrimas.
Creo que el mundo es bello,
que la poesía es como el pan,
de todos.

Y que mis venas no terminan en mí,
sino en la sangre unánime
de los que luchan por la vida,
el amor,
las cosas,
el paisaje y el pan,
la poesía de todos.


BAY TA ÑI PEÑI KOSE



Por Erwin Quintupill

Al parecer, ninguna familia es perfecta; la mía, tampoco. Hace un par de meses, vine a saber que mi hermano José estaba aquejado de un cáncer cuando lo intervinieron de ¿uno o ambos riñones? La cuestión es que a partir de allí comenzó a dializarse. Peor aún, recién vine a saber que le anunciaron unos tres años más. A él no, claro; a su pareja. “Ya se cumplieron los tres años”, me comentó mi hermana Miriam. Y a mí me viene eso de que es habitual de que no inquiera más información aparte de la que me dan. Por eso, me entero al final, casi siempre. Es que ando amarrado a otros pensamientos. Me surge la duda… a ratos.

Aún no amanecía el martes nueve cuando me fueron a avisar. La urna con su cuerpo llegó cuando estaba amaneciendo, algo oscuro todavía. Algunos cercanos llegaron muy temprano y estuvieron ayudando hasta que se hizo de noche y mucho más: una sobrina de la Isabel – mi cuñada –, su marido y su hija.

El jueves será el entierro dijo la viuda y empezamos a movernos en función de ese día. Le ayudé con lo del fogón durante todo ese martes y la noche que vino. Cociné dos fondos de carne al jugo, uno después de otro, dos cabezas de chancho, por separado; y un fondo de carbonada. Pablo Elías – mi sobrino – me ayudó un largo rato. Los pies se me cansaron al punto de dolerme, ambos. Y, mientras tanto, no tenía bien resuelto lo de mi participación. Encargué un chancho. Pablo, el de mi sobrina Andrea, me llevó en su camioneta para buscarlo, por la mañana. Fernando y Guillermo, me acompañaron, porque les comenté que no sé agarrar un animal de esos. ¡Capaz que lo agarrara de la cola!... Era un animal hermoso, de esos que tú no quieres ver morir; pero, cuando uno de nosotros se marcha, se sacrifica lo necesario. La Isabel, mi cuñada, la viuda, echó dos cerdos pal otro mundo. Su hermano Juan le trajo un vacuno y encargó un caballo para el día final… y anduvo justo con la atención a la mucha gente que llegó.

Claro, porque nosotros hacemos de comer y convidamos a todos los que llegan. Aquellos que no entienden, ni quieren entender, comentan: ¿Para qué hacen tanta comida?... La cuestión es que después de enterrar al finado/a, comúnmente queda re poco o nada. Yo, por lo menos, ni probé del chancho. También convidamos vino o chicha. Durante la primera noche, le avisé a Isabel que repartiría vino – así se hace. Al día siguiente le llevé cinco litros para que ella disponga – así también se hace. Y para el día del entierro repartí diez litros más, junto con el asado, la ensalada y las sopaipillas que yo mismo hice[1]. Así debe ser, por varias razones: por el espíritu del que se va, por la familia, por la reciprocidad con los demás, por respeto a sí mismo, por generosidad, por ser porfiadamente mapuche y por mucho más.

En algún momento, pensé que es en esta ocasión en que el antiguo LOF se vuelve a reunir, porque somos todos una gran familia, separados territorialmente debido a la acción de la Comisión Radicadora del estado chileno, que así lo dispuso a principios del siglo pasado. Por eso, Bernardo Ñanculeo llegó con un saco de papas; mi primo Luis viajó desde Concepción, con uno de sus hijos para “entrar” y ser parte de esta ceremonia por segunda vez[2]; el sobrino Martín lo hizo desde Santiago; el sobrino Patricio de Ragintubewfv (Entre ríos), “entró” sin pedirle la ayuda a ninguna de sus hermanas y por eso cocinó él mismo. Vi llegar como dos sacos de papas más; pero, no recuerdo quienes los trajeron. Pan. Sopaipillas, yerba mate y otras cosas suele traer la gente para cooperar con la familia doliente. Mi hermana Teodora me preguntó con cuánto tenía que apoyarme. Le respondí que a mí, no; a la cuñada, sí; pues yo tenía todo resuelto.

El segundo día fue para preparar mi participación.

La jornada del entierro comienza con la ceremonia que se realiza junto a la urna, dentro de la casa. Es algo breve, en que un representante por cada línea familiar hace uso de la palabra. Solicitan permiso para retirar el cuerpo y llevarlo afuera, a un sitio amplio, en torno el cual se irán ubicando todos los que viven en Saltapura y que pueden “entrar”[3]. Los familiares directos, aunque no vivan en Saltapura, pueden/deben hacerlo. Si no lo hacen, de seguro serán material de pelambre.

Ya, el cuerpo en el campo, todos los dueños de casa o de mesa, formamos una hilera para saludar a las visitas, que se disponen de pie en los límites de ese campo ceremonial. Así como les vamos saludando, tomamos cuenta de quiénes han llegado e invitamos – a nuestra mesa – a quienes alguna vez han hecho lo mismo con uno.

La comida caliente se sirve en la mesa y luego, se les lleva, en donde se encuentren, a todos/as aquellos a quienes debo servir que están ubicados en otro lugar. Nosotros, usamos servir un plato de asado con papas y/o ensalada y pan o sopaipillas. Además, una botella de vino o a veces de chicha. Se nos va la mañana y el comienzo de la tarde en ese afán. En medio de todo se toma mate, se pellizca un pedazo de pan, se bebe todos los vasos que te brindan.

Allá por la hora acordada, se hace el zugutun, la ceremonia en que debe hablarse de la genealogía y vida del fallecido. En la actualidad, no hay buenos zugutufe, pues la gente desconoce parte del protocolo y ha olvidado algo de la historia familiar. Ya, en el cementerio, puede haber uso de la palabra por otros integrantes de la familia o amistades.

Mi hermano, tuvo la particularidad de ser querendón de niños, tanto que se hizo cargo del Bartolo, lo convirtió en sobrino nuestro, y éste chiquillo lo trata como a su padre. Bueno, ya no tan chiquillo: es papá de dos niños. (Vi a uno de ellos haciendo “puchero” por el Tata). También en su tiempo de joven y adulto jugó al fútbol, siendo dirigente del club local (Lucero y Lautaro). En los tiempos de la UP, participó activamente del Comité que se formó para canalizar las políticas de estado hacia el campo. Desde que se formó la Organización Comunitaria, bajo actual Ley Indígena se unió a ella. Obviamente, dejó uno que otro mal recuerdo; pero, de eso no hablaré en este lugar: es asunto de familia.

Nos queda ahora, en medio de la intensa lluvia, el recuerdo y las obligaciones para con quienes le sobreviven: Isabel, Anselmo y Bartolo. Supongo que todo anduvo bien con él, porque lo realizado alrededor de su cuerpo fue real y comprometido con nuestra memoria. De modo que su espíritu debe haberse ido sin más, al otro lado del mar. Por lo menos, nadie ha dicho que lo haya “sentido” por acá, no se quedó dando vueltas por nuestro rededor.

El agradecimiento es a la mucha gente que nos vino a acompañar y en particular a aquellos que colaboraron en las múltiples tareas que damos justo después de fallecer. Yo, por mi parte, debo mi gratitud especial a: mi hermano Olegario, mi cuñada Marina, mis hermanas Marta, Miriam, Teodora y Flor, mi hermano Raúl, mi prima Teresa Licanleo, mi sobrino Pablo Elías, mi sobrino Pablo, mi prima Dominga, mis sobrinos Fernando,  Guillermo, Lorenzo y Bartolo, a mi otro sobrino Gustavo y al peñi Luis.






Kvpalme de José Raguileo Ñancupil.




[1] El asado, no. Ese lo hizo Guillermo.
[2] La primera vez que entró fue para el entierro de su madre.
[3] Entrar es participar de la ceremonia con gasto de comida y bebida.

PENSAMIENTOS PEDAGÓGICOS


Ella – Gabriela Mistral – es una de mis favoritas, aunque tengamos diferencias enormes y fáciles de notar. Aunque también hay que entender las circunstancias históricas en la que vivió, el curriculum con que se formó y la influencia de la Iglesia Católica en su tierno corazón.

Lo que me gusta de ella es lo corajuda, eso de no hacerle el juego a la hipocresía de siempre, eso de no ir con pequeñeces, eso de querer saber y compartir… eso de ser crítica y propositiva. Eso de ser mujer en un mundo dominado por nosotros y… rebelarse, asumiendo las consecuencias, sin gimoteos de niña, si no con la voz enérgica de una mujer que sabe su valor.

Aquí les dejo algo que no es poesía. Son ideas de la señora Mistral. Lo triste es que sus observaciones y quejas están vigentes… Usted dirá…



PENSAMIENTOS PEDAGÓGICOS

Para las que enseñamos:

  1. Todo para la escuela; muy poco para nosotras mismas.

  1. Enseñar siempre: en el patio y en la calle como en la sala de clase. Enseñar con la actitud, el gesto y la palabra.

  1. Vivir las teorías hermosas. Vivir la bondad, la actividad y la honradez profesional.

  1. Amenizar la enseñanza con la hermosa palabra, con la anécdota oportuna, y la relación de cada conocimiento con la vida.

  1. Hacer innecesaria la vigilancia de la jefe. En aquella a quien no se vigila, se confía.

  1. Hacerse necesaria, volverse indispensable: esa es la manera de conseguir la estabilidad de un empleo.

  1. Empecemos, las que enseñamos, por no acudir a los medios espurios para ascender. La carta de recomendación, oficial o no oficial, casi siempre es la muleta para el que no camina bien.

  1. Si no realizamos la igualdad y la cultura dentro de la escuela, ¿dónde podrán exigirse estas cosas?

  1. La maestra que no lee tiene que ser mala maestra: ha rebajado su profesión al mecanismo de oficio, al no renovarse espiritualmente.

  1. Cada repetición de la orden de un jefe, por bondadosa que sea, es la amonestación y la constancia de una falta.

  1. Más puede enseñar un analfabeto que un ser sin honradez, sin equidad.

  1. Hay que merecer el empleo cada día. No bastan los aciertos ni la actividad ocasionales.

  1. Todos los vicios y la mezquindad de un pueblo son vicios de sus maestros.

  1. No hay aristocracia, dentro de un personal, que la aristocracia de la cultura, o sea de los capaces.

  1. Para corregir no hay que temer. El peor maestro es el maestro con miedo.

  1. Todo puede decirse; pero hay que dar con la forma. La más acre reprimenda puede hacerse sin deprimir ni envenenar un alma.

  1. la enseñanza de los niños es tal vez la forma más alta de buscar a Dios; pero es también la más terrible en el sentido de tremenda responsabilidad.

  1. Lo grotesco proporciona una alegría innoble. Hay que evitarlo con los niños.

  1. Hay que eliminar de las fiestas escolares todo lo chabacano.

  1. Es una vergüenza que hayan penetrado en la escuela el couplet[1] y la danza grotesca.

  1. La nobleza de la enseñanza comienza en la clase atenta y comprende el canto exaltador en sentido espiritual, la danza antigua – gracia y decoro –, la charla sin crueldad y el traje simple y correcto.

  1. Tan peligroso es que la maestra superficial charle con la alumna, como es hermoso que esté a su lado siempre la maestra que tiene algo que enseñar fuera de clase.

  1. Las parábolas de Jesús son el eterno modelo de enseñanza; usar la imagen, ser sencilla y dar bajo apariencia simple el pensamiento más hondo.

  1. Es un vacío intolerable el de la instrucción que antes de dar conocimientos, no enseña métodos para estudiar.

  1. Como todo no es posible retenerlo, hay que hacer que la alumna seleccione y sepa distinguir entre la médula de un trozo y el detalle útil pero no indispensable.

  1. Como los niños no son mercancías, es vergonzoso regatear el tiempo en la escuela. Nos mandan instruir por horas, y educar siempre. Luego, pertenecemos a la escuela en todo momento que ella nos necesite.

  1. El amor a las niñas enseña más caminos a la que enseña la pedagogía.

  1. Estudiamos sin amor y aplicamos sin amor las máximas y aforismos de Pestalozzi y Froebel, esas almas tan tiernas, y por eso no alcanzamos lo que alcanzaron ellos.

  1. No es nocivo comentar la vida con las alumnas, cuando el comentario critica sin emponzoñar, alaba sin pasión y tiene intención edificadora.

  1. La vanidad es el peor vicio de una maestra, porque la que se cree perfecta se ha cerrado, en verdad, todos los caminos hacia la perfección.

  1. Nada es más difícil que medir en una clase hasta donde llegan la amenidad y la alegría y dónde comienza la charlatanería y el desorden.

  1. En el progreso o el desprestigio todos tenemos parte.

  1. ¿Cuántas almas ha envenenado o ha dejado confusas o empequeñecidas para siempre una maestra durante su vida?

  1. Los dedos del modelador deben ser a la vez firmes, suaves y amorosos.

  1. Todo esfuerzo que no es sostenido se pierde.

  1. La maestra que no respeta su mismo horario y lo altera para su comodidad personal, enseña con eso el desorden y la falta de seriedad.

  1. La escuela no puede tolerar las modas sin decencia.

  1. El deber más elemental de la mujer que enseña es el decoro en su vestido. Tan vergonzosa como la falta de aseo es la falta de seriedad en su exterior.

  1. No hay sobre el mundo tan bello como la conquista de almas.

  1. Existen dulzuras que no son sino debilidades.

  1. El buen sembrador siembra cantando.

  1. Toda lección es susceptible de belleza.

  1. Es preciso no considerar la escuela como la casa de una, sino de todas.

  1. Hay derecho a la crítica, pero después de haber hecho con éxito lo que se critica.

  1. Todo mérito se salva. La humanidad no está hecha de ciegos y ninguna injusticia persiste.

  1. Nada más triste que el que la alumna compruebe que su clase equivale a su texto.

Revista de Educación, Año II, Nº 1.
Santiago, marzo de 1923.

En: Mistral, Gabriela (1979) Magisterio y niño. Selección de Roque Esteban Scarpa. Editorial Andrés Bello. Santiago de Chile.



[1] Couplet, galicismo. Suele decirse “cuplé”; equivale a tonadilla.

ESCÚCHAME, SOY VÍCTIMA DE TRATA



Ilka Oliva Corado

Cuando vivía en Guatemala escuché decir a una madre de familia, refiriéndose a una jovencita que trabajaba como mesera en un bar (en Guatemala se le llama bares a centros nocturnos parecidos a las cantinas, donde también se ofrece el servicio sexual; también son llamados prostíbulos) y había tenido tres hijos de distinto padre: “Esa está ahí porque es una puta y le gusta el pico”.

Las  mujeres que participaban de la conversación, todas madres de familia casadas por la Iglesia y por todas las leyes, secundaron el comentario y también despotricaron contra la jovencita, a la que cuando miraban saludaban amablemente de beso y abrazo y llamaban sobrina. Yo que no me puedo quedar callada ante injusticias así, pregunté: ¿Y ustedes no son putas y no les gusta el pico? “Pero es aparte, nosotras estamos casadas, somos mujeres de la casa”, ¡Todas somos putas, casadas o no!

La jovencita había emigrado de su pueblo natal a la capital para trabajar como empleada doméstica. En su pueblo se había enamorado de un patán que cuando la embarazó huyó cobardemente, cuando ella tenía 15 años. Sus padres la echaron de la casa. Con un hijo que mantener, se fue en busca de trabajo. En el camino, sola, sin conocer a nadie en la capital, deprimida, angustiada, cayó en una de esas redes de trata que la engañó ofreciéndole techo y comida, aparte de un trabajo; fue a dar a un bar. Conocidos decían que la habían visto trabajando como sexo servidora y no como mesera. “No estaba a la fuerza”, porque ella salía y viajaba a su pueblo a ver a sus hijos. La suya era una modalidad de esclavitud sexual común en el mundo.

Pregunto, ¿qué hacían metidos en un bar hombres padres de familia, casados? ¿Y encima alardeando con sus esposas, sobrinos e hijos sus andanzas en bares?

Un buen día cuando mi hermano se empezó a desarrollar llegó mi papá con sus once ovejas, le dijo que se alistara porque lo iba a llevar a un bar para que se hiciera hombre; mi hermanito tendría unos 12 ó 13 años. Mi padre lo dijo tan quitado de pena[1] enfrente de su esposa y sus hijas, como si de comida hubiese estado hablando. Mi mamá y mi hermana mayor no dijeron nada, la que brincó fui yo: ¡Pues entonces también llévame a mí para que me hagan mujer! ¡Sobre mi cadáver te llevas a mi hermano a violar niñas! Aquello fue una discusión en la que mis papás terminaron gritándome ¡loca de mierda! No sé si mi papá llevaría en el transcurso de los años a mi hermano “a que se hiciera hombre” a un bar. Solo ellos lo saben.

Los hombres de mi familia, contando desde mi abuelo hasta mis primos (imagino que mi hermano también aunque se niegue a aceptarlo) desde que tengo memoria visitan bares, y ha sido aceptado y visto como normal por las mujeres de mi familia que, como salvedad dicen: "El hombre es de una de la puerta de casa para adentro, de la puerta de la casa para afuera es de la calle, como que no nos peguen enfermedades es todo”. Es por eso que la mayoría tiene hijos fuera del matrimonio (a los que no reconocieron, por supuesto) un número de amantes y visitas habituales a los bares, a donde van a dejar buena parte del salario a fin de mes.

El otro día estaba en una reunión social y conversaba con un grupo de hombres que se llaman a sí mismos revolucionarios y que se saben la historia política del continente de memoria, y que se dicen muy fidelistas, chavistas y guevaristas; al finalizar, se despidieron porque iban todos para un bar y no querían llegar tarde “porque si no otros le ganaban a las jovencitas nuevas que llegan cada sábado”. ¿Es de vómito, verdad?

Podría poner mil ejemplos, y sé que ustedes también como lectores tienen miles de ellos. La trata existe porque somos nosotros la sociedad que la consume. En este artículo hablo expresamente de la trata con fines de explotación sexual, pero también existe con fines de explotación laboral y tráfico de órganos. Y somos insensibles ante esto, que debería ser nuestra mayor vergüenza como Humanidad, porque con las víctimas no existen lazos de sangre. Porque no son nuestras hijas, hermanas, amigas, madres. Porque somos egoístas y creemos que solo es importante quien está dentro de nuestra burbuja y zona de confort. Porque no hemos entendido aún que este mundo no va a cambiar si no cambiamos nosotros. Porque la indolencia y la perversidad nos corroe. La mojigatería y la deshumanización se han apoderado de nosotros (cuando nos conviene).

¿Qué sociedad permite la existencia de bares y casas de citas? ¿Qué sociedad permite la existencia de redes de trata con fines de explotación sexual, laboral y tráfico de órganos? Somos nosotros quienes lo permitimos, somos la sociedad de consumo. Unos por hacer y otros por callar. ¿Qué haríamos si un día en cualquier circunstancia nos encontramos con un niño, niña, adolescente o mujer que nos diga: Ayúdame, soy víctima de trata?

En: Revista Punto Final Nº 858.

LA CHICA MELINAO
(Salvador Mariman – Temuco)

Hoy temprano en la mañana desperté
y el olor a soledad rondaba en mi ventana,
seis de la mañana,
la chica Melinao en la esquina embarazada.
Su sueldo varía según miércoles o fin de semana,
los feriados por lo general no se le ve;
cuentan que ya no celebra el We Xipantü
porque su familia se avergüenza de volverla a ver.
Ella tenía sueños y estaba cansada de su vida en el lof,
quería ser independiente
y tener una vida más allá del matrimonio.
A ella le molestaba el barro, el frío
y tener que levantarse en la mañana a alimentar a los chanchos;
cuando había visita ella no hablaba,
pero tenía que estar cerca del padre para llenarle el mate.
Sola, lejos de la vida,
la chica Melinao es fuerte,
duerme en el día y de noche un taxi la viene a buscar,
no conoce el amor y mañana hará un aborto
pues sabe que en su vida la comida no alcanza para dos,
no alcanza.

En: Mariman, Salvador. Extiendo mis alas a pesar del largo invierno. Kolectivo We Newen, 2009.





[1] Pena: vergüenza.